En la era digital, la desinformación no solo se propaga con rapidez, sino que también se produce con una creciente sofisticación gracias al uso de tecnologías avanzadas. Entre las herramientas más utilizadas se encuentran los bots, programas automatizados que publican y difunden contenidos falsos a gran escala, simulando actividad humana para amplificar ciertos mensajes. Junto a ellos, los algoritmos de recomendación de plataformas digitales tienden a priorizar contenidos emocionales o polarizantes, facilitando que la desinformación se vuelva viral, especialmente a través de redes sociales.
Por otro lado, la inteligencia artificial ha hecho posible la creación de deepfakes, contenidos audiovisuales manipulados con gran realismo que pueden mostrar a personas diciendo o haciendo cosas que nunca ocurrieron. Esta tecnología eleva el nivel de sofisticación de la desinformación y plantea nuevos desafíos para su detección y combate.